domingo, 25 de mayo de 2008

LA TEORIA DE LA "EVOLUCION"

UN ENGAÑO HISTORICO INCOMPARABLE

HARUN YAHYA

Es un gran milagro de Dios que, dejando hacer al Demonio, durante 150 años algunas personas se hayan aferrado a una creencia extraordinariamente ilógica. La gente juiciosa y con fe en Dios fue y es conciente de ello. De todos modos, hubo que esperar el lapso de tiempo mencionado y valerse entretanto de distintos métodos racionales, científicos e inductivos para que los evolucionistas llegasen a tomar conciencia de ese engaño de Satanás.

La forma en que cientos de miles de profesores, científicos, estudiantes universitarios y doctores han creído ciegamente en los supuestos particularmente irracionales de la teoría de la evolución, es un fenómeno histórico que será recordado con asombro dentro de unos 20 años y será tema de bromas y representaciones teatrales.

Los partidarios del evolucionismo son influenciados por el lenguaje científico, pomposo, con términos en latín y sostienen que “cualquier cosa que digan los científicos evolucionistas tiene que ser verdad”, sin meditar en el verdadero significado de lo que expresan. Una de las formas más efectivas de hacer recapacitar a los embelezados con el darwinismo y sacarlos del hechizo en el que han caído, es explicarles de manera clara y simple lo que en realidad sostiene la teoría de la evolución.

Los Supuestos de la Teoría de la Evolución Violan Completamente la Razón y la Lógica

Según el supuesto irracional y acientífico de dicha teoría, un universo infinito, inerte y siempre existente que no se sabe cómo surgió, dio origen gradualmente al género humano como resultado de procesos casuales. De acuerdo con esa hipótesis total e increíblemente ilógica, primero aparecieron espontáneamente de la nada partículas de polvo y luego la tierra, las piedras, el agua, las montañas y los océanos. A continuación, algunos átomos en esos componentes produjeron por casualidad elementos como el calcio, el fósforo y el carbono. Con el paso de millones de años, estas sustancias inertes, desprovistas por completo de intelecto, memoria, conocimiento y conciencia, dieron lugar al ser humano, competente para respirar, hablar, pensar, regocijarse y llorar y provisto de alma, memoria, raciocinio, sapiencia y conciencia que le permitirían inventar cosas y escribir una inmensa cantidad de libros. En otras palabras, mediante la casualidad y con el transcurso de miles de millones de años, la acumulación de polvo, tierra y barro generó seres humanos de carne, sangre y alma, capaces de instalar fábricas extraordinarias y producir los modelos más espectaculares de automóviles, de establecer estaciones espaciales, de edificar palacios y de crear obras de arte maravillosas. Suponer que la piedra y la tierra pudieron convertirse en seres humanos en algún momento como resultado de la casualidad, es aún más irracional e ilógico que la creencia en cuentos de hadas, de los que se ríen hasta los niños.

Si las afirmaciones de los evolucionistas fuesen ciertas, no habría ninguna razón para que ese proceso no se repitiera. Por ejemplo, debería esperarse que dentro de miles de millones de años en el pantano más grande del mundo aparezca un castillo construido por seres humanos que surgieron de allí por casualidad. Para ayudar a la acción azarosa dejemos que los darwinistas que llenen la ciénaga con carbón, fósforo, nitrógeno, hierro, magnesio y oxígeno, pues son elementos necesarios para la aparición de un célula viva.

Está absolutamente fuera de discusión que de allí pueda surgir una célula viva debido a que la misma es extraordinariamente compleja: implica una central de energía, fábricas productoras de enzimas y hormonas esenciales para la vida, un banco de datos con información de todo lo que se produce, sistemas de transporte complejos que acarrean materia prima y elaborada de una región a otra, tuberías, laboratorios y refinerías de avanzada para elaborar lo que se trae desde el exterior y convertirlo en componentes provechosos, membrana celular proteica especializada para controlar la entrada y salida de sustancias diversas en la célula. Lo dicho es la descripción más simple y superficial de lo que involucra una célula. Una sola de sus características es suficientemente compleja como para que su exposición abarque muchos libros.

¿Pudo la casualidad producir un sistema tan organizado de ese supuesto “caldo primigenio”? ¿Pudo la casualidad hacer que el más pequeño sistema altamente complejo produzca una entidad como el ser humano? ¿Pudo la casualidad enseñar a un mono a hablar, saludar, pensar, edificar palacios, fundar pueblos y civilizaciones, construir barcos, descubrir continentes, instalar laboratorios y llevar a cabo experimentos para analizar las células que lo integran? ¿Qué casualidad puede dotar de alma a un mono? La respuesta a cada una de estas preguntas resulta muy clara y definida: la casualidad no puede producir un ser humano y ni siquiera una célula, el componente más pequeño del mismo.

Puesto que los evolucionistas creen en dicho imposible, permitámosles tomar cierta cantidad de tierra y agua de la que eventualmente provendrá la edificación de palacios, la producción de un automóvil Jaguar último modelo o la construcción de puentes. Permitámosles que esperen a que ese barro dé lugar primero, de modo espontáneo, a una célula singular, luego peces, lagartos, caballos, monos y, finalmente, seres humanos. Después permitamos que esos seres humanos diseñen automóviles, hagan descubrimientos y funden civilizaciones. En realidad, hasta el más intransigente evolucionista sabe que eso nunca puede suceder, aunque supongan que sosteniendo esa invención acompañada con términos en latín y un estilo solemne, de un modo u otro se vuelva creíble.

Creer que todo lo viviente que vemos sobre la Tierra, las flores con su belleza incomparable, las frutas, los sabores, las mariposas, las gacelas, los conejos, las panteras, los pájaros y miles de millones de seres humanos con sus aspectos distintivos, las ciudades construidas por esas personas, los edificios y los puentes, son en definitiva el producto de un “caldo o barro primigenio”, significa haber perdido el juicio. Que mucha gente crea en semejante cosa sin sentido no la legitima para nada. Por el contrario, nos está diciendo que se trata de algo milagroso que se origina hace 150 años cuando un hombre ya maduro y aficionado a la biología comenzó a influenciar sobre muchas personas con sus ideas absurdas producto de una fantasía hilvanada durante un viaje marítimo. Que muchos hayan sido seducidos por sus insensatos supuestos es un gran milagro de Dios, Quien revela en el Corán que algunas personas creen en lo imposible y admiten disparates, aunque sean inconscientes de ello.

La Teoría de la Evolución es un Engaño de Satanás Pero sus Mentiras son Endebles

Dios revela en el Corán que Satanás ha jurado apartar a la gente del sendero recto, engañarlas, hacerles creer absurdos y perversiones y prepararles trampas:

…he de extraviarles, he de inspirarles vanos deseos, he de ordenarles que hiendan las orejas del ganado (como hacían los árabes paganos para consagrarlo a alguna deidad) y que alteren la creación de Dios!”. Quien tome como amigo al Demonio, en lugar de tomar a Dios, está manifiestamente perdido. El Demonio les hace promesas y les inspira vanos deseos, pero lo que les promete no es sino falacia. (Corán, 4:119-120)

Cuando leemos que en las civilizaciones pasadas alguna gente adoraba el fuego o ídolos hechos de piedra y tomaban al sol o a la luna como sus dioses, nos sorprende que se pudiese haber creído en tales cosas. Como se revela en la cita coránica, hay personas que increíblemente admiten absurdos, incitadas por Satanás y entonces imaginan, como si estuviesen hechizados, que las cosas más irracionales e ilógicas son ciertas. El Demonio ha asumido ?con el permiso de Dios y con los medios que El le permite? la tarea de engañar a quienes no creen en su Señor, generándoles ideas insanas y haciéndoles aceptar falsedades en vez de Su verdad. Por medio del engaño se las presenta como razonables y legítimas. La teoría de la evolución es una de esas mentiras y Satanás la ha utilizado a lo largo de los últimos 150 años. Además, la ha convertido en una de sus armas más potentes pero oculta bajo el nombre de algo en lo que más confía la gente, es decir, la ciencia. Quienes aceptan el engaño de Satanás de manera inconsciente o no, aunque sean personas muy calificadas profesional o académicamente, pasan a creer los disparates más insólitos que ni los chicos aceptarían.

De todos modos, el arma de Satanás sólo es efectiva frente a los débiles, los incrédulos. Los individuos devotos nunca son afectados y perciben el engaño del Demonio con toda claridad. Dios nos dice en el Corán 4:76 que …¡Las artimañas del Demonio son débiles! Y en 15:39-40 El nos hace conocer que Satanás nunca será capaz de extraviar a Sus siervos sinceros. Como se revela en los versículos mencionados, Dios hace que las trampas de Satanás sean estériles con Sus siervos sinceros, quienes también contrarrestan las mismas haciéndolas conocer.

Es fácil liberarse de las celadas del Demonio. Para ello lo que hay que hacer es pensar con probidad. Cualquiera que proceda así verá que los supuestos de la teoría de la evolución son falsos. El común de los naturalistas también percibirá esta verdad manifiesta si pueden zafarse de los efectos de su propio entorno y de las preocupaciones que les invaden al pensar en qué dirán otros materialistas al enterarse que rechazan el darwinismo. Entonces dejarán de creer en escenarios imposibles como los planteados por el evolucionismo.

Dios revela:

Cuando los que temen a Dios sufren una aparición del Demonio, se dejan amonestar y ven claro. (Corán, 7:201)

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